28 mar 2011

VÍCTOR

La luz del sol entra por la ventana abierta e inunda las paredes de color azul claro, decoradas con posters de Harry Potter y Hermione, Bob Esponja, Ben 10 y otros personajes. Y con carteles y fotos de deportistas como Pau Gasol, Rafa Nadal y Fernando Alonso. Una ráfaga de viento mueve las cortinas. Con el impulso caen al suelo varios cromos y papeles que estaban junto al ordenador, sobre la mesa de estudio. Laura entra veloz al cuarto anudándose el mandil a la cintura. Cierra la ventana, pisando los papeles y patea debajo de la cama, sin quererlo, una construcción del Lego que estaba en el suelo. Se agacha a recoger el juguete. Son dos espirales de color violeta que se tuercen alrededor de un tronco de peldaños que las unen, de distintos colores. Recoge los papeles del suelo, entre ellos una lámina con la reproducción de una cadena de ADN, muy parecida a la construcción de juguete que sujeta en su mano.

La deja en la mesa y se inclina hacia la cama. En la sábana bajera hay una mancha húmeda y amarillenta. La huele, agita la cabeza en señal de desaprobación y deshace la cama al completo. Sale del dormitorio con las sábanas y el edredón.
Suena un pitido; en la pantalla del ordenador aparecen sucesivamente nueve tableros de ajedrez con jugadas distintas. Por la posición de las figuras, en siete juegos pierden y los otros dos están en tablas. En la esquina inferior del monitor se abren mensajes de chat con fotos de los interlocutores. Son adultos y niños de varias razas, que le escriben en distintos idiomas: Échec et mat/ Checkmate/ Schachmatt /将死/ Scacco matto/ You win/ Ganaste…